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OBSERVATORIO SOBRE LA DESPOBLACIÓN

La inmigración rompe medio siglo de despoblación de la España rural

Leemos en el diario Expansión una noticia que analiza la evolución demográfica del medio rural, y los efectos que la inmigración ha tenido en el mismo.

 

El campo español estaba muriendo de soledad, de puro abandono. La población rural española fue creciendo sin pausa durante toda la primera mitad del siglo XX. Desde la década de los 50, en cambio, el éxodo a la ciudad fue vaciando los pueblos. El paso de la alpargata al 600, la localización en la ciudad de los sectores que ofrecían unos ingresos más elevados, el progresivo declive del empleo en la agricultura, el evidente atraso en servicios y oportunidades fuera de la ciudad... estaban desangrando de gentes el campo.

La inmigración ha venido a revolucionar también la España rural del siglo XXI. La llegada masiva de extranjeros en los últimos quince años ha roto con el ahogamiento demográfico que padecían los municipios rurales (con menos de 10.000 habitantes). La década entre 1991 y 2001 se cerraba con el primer incremento de población rural en medio siglo, con un leve crecimiento del 0,4%. Y la primera década del nuevo siglo, en vísperas ya de terminar, ha consolidado, e incluso, disparado el fenómeno, según revela un reciente estudio elaborado por profesores de la Universidad de Zaragoza.

La nueva población inmigrante se ha concentrado mayoritariamente en las grandes ciudades, singularmente en sus periferias, por razones económicas: la ciudad sigue siendo fuente principal de empleo. Pero no sólo. "Entre los años 2000 y 2008 se ha producido la gran eclosión de la inmigración en España y la presencia de inmigrantes también ha crecido de una forma espectacular en la España rural", subraya el informe. De hecho, del 1,8% que representaban en 2000 los inmigrantes en la población rural total se ha pasado al 9,3% en 2008. Aproximadamente dos terceras partes del incremento de la población en los municipios españoles de menor tamaño se debe al crecimiento neto de la cifra de extranjeros recibidos.

22 provincias despobladas
El informe de los docentes de la Universidad de Zaragoza, publicado por el Real Instituto Elcano, disecciona el comportamiento demográfico de las 22 provincias españolas que entre 1991 y 2008 acumularon descensos en su población rural. En todas ellas, el peso de los inmigrantes en relación al conjunto de la población está muy por debajo de la media de la España rural (del 5,8%, frente al 9% del conjunto de los municipios rurales españoles), aunque ha crecido sustancialmente (sólo representaba el 1,3% en 1991 y 1,8% en 2000).

La década entre 1991 y 2001 se cerraba con el primer incremento de población rural en medio siglo, con un leve crecimiento del 0,4%. Y la primera década del nuevo siglo, en vísperas ya de terminar, ha consolidado, e incluso, disparado el fenómeno

Gracias a la inmigración, nueve de esas 22 provincias (Albacete, Ciudad Real, Córdoba, Cuenca, Huesca, Jaén, Salamanca, Teruel y Zaragoza) han conseguido desde el año 2000 revertir la tendencia y han elevado su población rural. Mientras que los pequeños municipios de este grupo de provincias perdieron un 0,5% de sus habitantes en la década de los 90, en los últimos años han podido incrementar su población un 0,4%. Los autores del estudio han elaborado una simulación de la evolución demográfica si no hubiesen recalado extranjeros en estos lugares: sin inmigración la población rural no sólo no habría crecido, sino que habría menguado otro 0,4% desde 2000 en estas provincias.

Otras 13 provincias, en cambio, han mantenido tasas negativas en la última década (Asturias, Ávila, Badajoz, Burgos, Cáceres, A Coruña, León, Lugo, Orense, Palencia, Pontevedra, Soria y Zamora). Este segundo grupo de territorios perdieron un 0,6% de su población rural. Sin inmigración, este descenso se habría agravado hasta el 0,9%. Los extranjeros también han mejorado su demografía. Pero no lo suficiente.

"La inmigración ha tenido un carácter crucial para frenar la despoblación en la España rural. En su ausencia, la pérdida de población en estas provincias, las que se enfrentan a mayores problemas de este tipo, habría sido todavía mayor y muy similar a la de la última década del siglo XX", sentencian los autores. De hecho, la inmigración es directamente responsable del 83% del cambio demográfico en las 22 provincias analizadas en el estudio (y en algunos territorios su contribución supera el 90%).

El campo llama (sólo) al inmigrante
El empleo sigue concentrándose en la ciudad. Los inmigrantes eligen muy mayoritariamente las urbes y alrededores como lugar de destino. Sin embargo, los recién llegados también han encontrado en el campo español atractivos suficientes. La emigración a la ciudad del siglo pasado ha provocado que el medio rural padezca una estructura demográfica profundamente envejecida, lo que la hace incapaz de reemplazar por sí misma a la población local que se retira de la actividad laboral.

Sin mano de obra autóctona suficiente se genera una demanda (insatisfecha) de empleo para actividades muy intensivas en trabajo como la hortofruticultura, el turismo, la construcción…, y también para labores como la ayuda doméstica y el cuidado de ancianos. Además, incluso con unos ingresos menores a los que ofrece (u ofrecía) la ciudad, el inmigrante encuentra rentas más altas en los municipios rurales españoles que en sus países de origen.

"La revitalización demográfica de la España despoblada pasa por un flujo migratorio sostenido en los próximos decenios", advierte un estudio de la Universidad de Zaragoza

Pese a la crisis, los españoles no han vuelto al campo. Con los datos de desempleo desbocados desde hace dos años, el reparto de los trabajos no ha variado sustancialmente. Los españoles parece que han renunciado para siempre a los trabajos más duros y peor remunerados (entre ellos, las labores agrícolas) y han dejado paso al inmigrante.

"Los datos prueban que la crisis no está provocando sustitución de trabajadores españoles por extranjeros. En casi todas las ocupaciones en las que los españoles pierden ocupados, también los pierden los extranjeros. No está habiendo sustitución", explica Miguel Pajares, profesor de Antropología Social de la Universidad de Barcelona y autor del informe Inmigración y mercado de trabajo. Los inmigrantes concentraban el 33% del trabajo no cualificado antes de la crisis, y hoy copan el 36%. Según los expertos, la vuelta de los trabajadores españoles a la agricultura no pasa de la anécdota, y en todo caso, se circunscribe a labores temporales (vendimia, recogida de cosechas de temporada...). No hay regreso masivo de los nativos a las labores agrícolas.

Problemas del pueblo vacío
La despoblación es el peor de los problemas del campo español. Todo son desventajas. La escasez de población en el medio rural hace que las pocas empresas allí instaladas pierdan sus ventajas competitivas frente a las zonas urbanas con alta densidad empresarial; la disminución de los habitantes provoca una depreciación del valor de los activos al ahondarse su carácter periférico; y el abandono de un territorio genera un desgaste (por desuso) de las infraestructuras y otros activos para cuya recuperación harían falta inversiones muy elevadas. La inmigración puede llegar a paliar (lo está haciendo ya de facto) los efectos de todos estos problemas.

"La revitalización demográfica de la España despoblada pasa necesariamente por un flujo migratorio sostenido en los próximos decenios, el cual sólo puede garantizar su suficiencia en la medida que esté integrado por personas provenientes del exterior", concluyen los profesores de la Universidad de Zaragoza. "El futuro demográfico de las zonas rurales más despobladas depende crucialmente de la inmigración".

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