Extraordinaria entrevista en Diario de Teruel de Mari Cruz Aguilar a nuestro amigo Luis Antonio Sáez.
Vale la pena leerla con calma.
Luis Antonio Sáez es profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de Zaragoza y presidente del Centro de Estudios sobre la Despoblación y Desarrollo de Áreas Rurales (Ceddar). Es uno de los mayores expertos en despoblación y alerta de que hay que tomar medidas cuanto antes y que realmente sirvan para el territorio y no solo para arrancar votos como muchas veces, recuerda, ha ocurrido.
- Es el presidente del Ceddar y, sin embargo, ha asegurado en diversos foros que el tiempo de analizar la situación ya ha pasado, que hay que pasar a la acción, ¿Por qué?
- No son cosas antagónicas el análisis y el reformismo, al contrario, se complementan y refuerzan. Pero sí es problemático estancarse en una de ellas, o hacer una sin la otra, hacer política sin reflexión, y teorizar sin sentido práctico. En el caso de la despoblación y del desarrollo rural en Aragón la acción política ha sido asistemática, improvisada y apenas ejecutada, atascada en despachos y normas. No por culpa de los técnicos, pero sí por quienes los han dirigido sin criterio ni conciencia de lo que afrontaban. Y la ciudadanía, bueno, una parte importante, o más ruidosa, que sirve de referente mediático y cortejo electoral, se ha acomodado en unos tópicos victimistas que la exoneran de su corresponsabilidad, sin asumir su protagonismo.
- ¿Qué nos queda entonces?
-Estamos en los últimos minutos de partido, en muchos pueblos sin jóvenes ni proyectos, haciendo centrocampismo dialéctico superficial, sin profundizar hacia el área concreta de las soluciones, tanto desde el flanco político como desde los agentes sociales. Pronto estaremos en el tiempo de descuento, lamentándonos de no haber atacado nuestro futuro con más rigor, compromiso y efectividad cuando había más margen. Han pasado más de treinta años del primer gobierno autonómico y de las primeras corporaciones locales votadas democráticamente y sus resultados, o, mejor, su esfuerzo al respecto, salvo alguna excepción, ofrece ciertas dudas.
- ¿Se ha dicho todo en materia de despoblación?
-No, ni mucho menos, siempre hay temas inéditos para la investigación, más aún en el desarrollo rural o en demografía, que son asuntos cambiantes e imprevisibles pues dependen de las conductas humanas, de lo local y de lo global, de las inercias históricas pero también de la innovación. Pero sí que hay, desde hace mucho tiempo, un arsenal suficiente de estudios, de informes, de bibliografía científica, que permitiría, a quien leyera y estudiara esos temas con sentido crítico y reflexivo, y además fuera permeable a lo que sucede en su entorno cotidiano, tomar decisiones consistentes.
- ¿En este tema no existen varitas mágicas supongo?
-La realidad no da saltos, y las soluciones a problemas estructurales, de larga trayectoria como los demográficos y territoriales no pueden corregirse de inmediato. Pero en toda estrategia se ha de combinar el corto y el largo plazo. Las decisiones sobre dónde residir, cuántos hijos tener, si emigrar a la cabecera de comarca, a una masada o a Valencia, son consecuencia de valores, mentalidad, mercados e influencias políticas y administrativas que acumulan causalidades interdependientes que vienen de lejos. Es difícil cambiarlos. Pero la cuestión última, la más determinante según bastantes estudios realizados en diferentes áreas de Europa sobre por qué se queda la gente o por qué decide marcharse, coinciden en que más que por motivos económicos o nivel intelectual es por su sensación de ser parte de una comunidad, de que el lugar donde uno vive, o más aún, donde crece y adquiere sus referentes como persona, es atractivo, creativo, inclusivo, y eso depende de valores que moldean la personalidad y la sociedad.
- También aboga por hacer reivindicaciones reales y no pedir infraestructuras que luego no se utilizan, ¿no es así?
- Es cierto que algunas infraestructuras es condición necesaria, imprescindible para el crecimiento, aunque nunca causa suficiente por sí sola. Ni si quiera es la principal. No por tener un polígono industrial tuneado como plataforma logística hay más empresarios, ni por construir circuitos surge una industria del motor u hotelera que lo amortice; más bien los caminos que han tenido éxito en la historia económica han sido a la inversa. Inversiones que llegaban a la vez, no antes, de su necesidad, justificadas con sumo rigor, austeridad y oportunidad. Todas las infraestructuras, más allá de su inversión inicial, exigen unos gastos de mantenimiento que también suelen ser altos y permanecen en el tiempo. Necesitaríamos un análisis coste-beneficio en el largo plazo, no sólo económico, evidentemente, también social. Y sobre todo que en ese análisis coste-beneficio se descontara el cálculo electoral de quienes las promueven y la presión de los grupos de interés. La lista de polígonos con aliagas, polideportivos sin usuarios, residencias apenas ocupadas, proyectos hoteleros sin gestión ni clientes, agencias de desarrollo sin empresas a las que asesorar es muy larga en Aragón y Teruel.
- Usted habla de poner en marcha proyectos que sirvan de verdad para atender a los que aún viven en el medio rural, ¿como cuáles?
- Hay cuestiones relevantes que dependen de políticas transversales, que no tienen que ver específicamente con el crecimiento económico o la atracción de nuevos residentes, pero que en el medio rural más periférico adquieren una connotación especial. Son el envejecimiento y dependencia, la seguridad personal y patrimonial, la conciliación familiar y laboral, la accesibilidad a la vivienda, la adaptación de ciertas normativas de diseño exclusivamente urbanita, el apoyo al asociacionismo y a la cultura. No exigen tanto un desembolso monetario como incorporar la perspectiva rural a cada gran tema, capacidad de coordinar diversas áreas de gobierno, cierta inteligencia e imaginación para anticipar tendencias, apoyarse en el tejido social local, estudiar e investigar reconociendo que la complejidad de la gestión exige siempre estar aprendiendo, un talante inclusivo hacia los ciudadanos, haciéndoles corresponsables y partícipes.
- Su mensaje sobre el futuro de los pueblos es un tanto negativo, ¿qué vaticinio hace para los pueblos de Teruel que ahora no llegan a cien habitantes?
-Si uno mira las estadísticas aprecia una dinámica curiosa ya desde hace dos décadas o más. Los pueblos más pequeños, esos que usted alude, resisten mejor la despoblación que los medianos. Tienen una especie de suelo en su número de empadronados aunque en la mayoría de los casos es ficticia, gente empadronada allí que no reside. Por eso, de lunes a viernes, muchos estarán vacíos o con poquitos residentes, y el fin de semana recuperaran un cierto dinamismo.
-¿Serán entonces un lugar destinado solo a vacaciones?
- Creo que estos pueblos muy pequeños evolucionarán en torno a tres grandes tendencias. Primera, los que están bien comunicados y un buen nivel en servicios públicos y privados, se mantendrán o incluso se recuperarán. Serán lugares atractivos en los que residir, pues combinarán lo bueno de ambos medios, el rural y el urbano, ejemplificarán la rururbanización anunciada ya por los geógrafos hace veinte años. Esto ya está sucediendo en provincias similares, incluso en la nuestra. Los núcleos más periféricos, desaparecerán como lugares habitados permanentemente, convirtiéndose en pueblos de fin de semana y exigirán una gestión administrativa muy compleja. Y habrá un grupo asistemático, difícil de prever y localizar que dependerán de la presencia en ellos de pequeñas comunidades o grupos de gente joven y madura, a veces incluso de una sola familia, que lo encuentra atractivo para residir y llevar a cabo su proyecto vital.
- ¿Lo rural parece que, en los últimos años, está de moda?
- Hay un saber hacer que acumula conocimientos de muchas generaciones y va a ser muy importante en este siglo que iniciamos, en el que lo territorial, el espacio y lo agrario se van a revalorizar. Por ahí, con innovación vinculada al saber local, habría líneas en las que profundizar colaborando lo público y lo privado. En suma, proyectos inspirados en esas tres t de forma integrada, equilibrada, mestiza: talento, tolerancia y tecnología.
- ¿Qué opina de los proyectos y programas que hay ahora en marcha para atraer nuevos pobladores, cree que son una posible solución para algunos de los pueblos?
- Atraer de golpe a muchas familias sin vínculos previos ni conocimiento del lugar es un proyecto que es muy arriesgado, por muy bienintencionado y planificado que haya sido. Aguaviva y Castelnou son paradigmáticos de esas contradicciones, de ciertas limitaciones difíciles de superar. Resultan implantes un tanto forzados, ortopédicos, que finalmente no arraigan.
- ¿Hay alguno que sí tendría el aprobado?
- En mi opinión el proyecto Abraza la Tierra, también muy importante en la provincia, sí recoge las características deseables, porque tienen que ver con una lluvia fina que gotea y al final empapa. No plantea una meta cuantitativa, de cifra de habitantes, o niños para una escuela, ni está basado en incentivos o subvenciones que, en ocasiones, parecen sobornos, sino en facilitar a personas de origen urbano que tienen un proyecto personal materializable en un entorno rural el que encuentren la población más idónea. No ha generado burocracias adicionales, maneja un presupuesto exiguo dentro de la programación Leader, no exige requisitos personales de hijos o estancia, sino sólo, que no es poco, lo que decíamos antes, un compromiso hacia una comunidad rural de la que formarán parte. También ha tenido fracasos, pero globalmente es una medida que ha rendido importantes frutos, incidiendo en los aspectos de acogida e integración en la localidad de recepción.
- Claro, pero a veces el requisito de los niños es la clave para salvar una escuela...
- Estos programas son interesantes en la medida que facilitan la llegada de quienes sinceramente, de una manera reflexiva y consciente deciden trasladarse a un pueblo. Si la iniciativa es consecuencia de una promesa laboral o de vivienda en personas con una situación familiar extrema que les empuja a emigrar casi sin margen de plantearse el lugar previo al que van a ir, es casi seguro que fracase, aunque tengan competencias profesionales para el puesto ofrecido y muchos niños en edad escolar.
- ¿Cree que las agrupaciones de territorios como plantea Francisco Burillo con Serranía Celtibérica son la fórmula para obtener ayudas de Europa?
-La Política de Cohesión europea, como la práctica totalidad de las políticas regionales occidentales, se ejecuta con base en unidades territoriales administrativas, políticas, dado que la capacidad ejecutiva y la información estadística tienen esa matriz, en el caso de Europa los famosos NUTs (Nomenclatura de Unidades Territoriales), que en el contexto español son nuestras autonomías y provincias. Lo que sugiere el profesor Burillo es definir una especie de región funcional, pero la política europea, como tampoco la española, apenas considera ese tipo de espacios más allá que con fines de estudio, o como laboratorio de políticas experimentales.
- ¿Son las ayudas de la Unión Europea la clave para salvar el medio rural como plantean algunos?
-No, ni mucho menos. Las reciben Orense y Lugo desde hace un cuarto de siglo y su envejecimiento y pérdida demográfica ha sido superior en ese tiempo a la de Teruel. Como decía antes, es fundamental tener un nivel de servicios públicos, sociales y económicos, adecuados. Gran parte de la provincia tardó en alcanzarlos, es cierto, y puede haber lagunas en alguna cuestión muy concreta. Pero hoy en día no es un factor de expulsión del medio rural la asistencia médica, ni la educación, ni los equipamientos sociales o de ocio. En muchos casos su nivel es superior al urbano, que no es, ni mucho menos, perfecto. Tampoco las autovías de Castilla y León cofinanciadas por el FEDER han evitado un despoblamiento y desarticulación del territorio tan grave o más que el nuestro.
- ¿Por qué se va entonces la gente de los pueblos?
- Quienes salen del mundo rural son, sobre todo, jóvenes, y lo hacen por una cuestión de mentalidad o valorativa, de llevar a cabo un determinado proyecto vital muy vinculado a una realización profesional y formativa aunque puedan tener menos incertidumbres económicas y laborales si se quedaran en su lugar de origen. Y por tener más subvenciones europeas no habría muchas más empresas en esos pequeños pueblos de los que salen, con empleo atractivo para retenerlos. Todo influye, obviamente, pero los fondos europeos en mucha menor medida que esos temas transversales, dependientes de nosotros mismos, políticos y ciudadanos, que he citado antes.
- Otro aspecto que se critica desde el medio rural es el dinero que se gasta en poner en marcha nuevos proyectos mientras se deja de lado el sector primario, ¿qué tiene que decir al respecto?
- El sector primario es el más determinante del territorio, de su paisaje físico y humano, y no es deslocalizable. Tiene una gran capacidad de arrastre hacia adelante si se integra en la cadena de valor transformadora y, sobre todo, comercializadora. Podría generar mucho más empleo en el medio rural con una mentalidad más emprendedora. Pero ese cambio cualitativo no es cuestión de dinero ni de reglamentos. De nuevo, es cuestión de valores, de que esa iniciativa creativa sea encauzada, y, sobre todo, reconocida, a veces por los propios agricultores y sus cooperativas, y que haya procesos de imitación y de apoyo. Las actividades creativas requieren de un clima especial, en el que lo político influye, pero no sólo él. Y lo agrario, el sector alimenticio, tiene un carácter estratégico que a medio plazo va a recuperarse con gran notoriedad. Por último, ha sido un error el poco valor que se ha dado a ser pastor o agricultor, como si sólo las desempeñaran quienes no se podían dedicar a otras tareas. Hay un cierto estigma vinculado a ciertas profesiones, curiosamente con gran libertad y creatividad en su ejercicio cotidiano, que convendría reparar.