Asturias, la arruga es compleja
A continuación repodrucimos un interesante artículo sobre Asturias que han escrito Fermín Rodríguez y Rafael Méndez en el periódico digital www.ine.es y que esperamos sea de vuestro agrado, porque refleja la realidad de aquel territorio.
Cuesta sintetizar setenta y ocho semanas de citas con los lectores y más si éstas eran para hablar de Asturias, y aún más si el retrato sale de analizar uno por uno sus 78 concejos, teselas de un abigarrado mosaico o rompecabezas ¿Qué fue lo que vimos? ¿Cómo vimos a Asturias al comienzo del siglo XXI? ¿Viendo y contando se puede anticipar cómo será Asturias al final del siglo XXI?
Vimos un país a través de sus pedazos constituyentes. De sus concejos. Elegimos una perspectiva territorial, lo que quiere decir que concretamos. Leímos el territorio, escuchamos a la gente. Y aunque la geografía no sea una máquina de cortar en trozos la piel de Gaia, intentamos descubrir la especificidad de cada uno. El lector paciente sabrá si lo conseguimos.
Vimos un país muy determinado por la geografía, esencialmente montañoso, distinto por eso de sus vecinos, con mucha personalidad. En definitiva, vimos un país.
Tanta arruga vimos que da diversidad. Que Asturias sigue siendo un país lleno de cosas, bellas, interesantes. Que Asturias está llena de enclaves y en cada uno hay un mundo, además muy original, y eso, hoy, es un capital, quizás intangible, pero que se puede convertir en riqueza si los asturianos saben transformarlo en capital de relación, hacer que interese a los demás, protegerlo, crear marca.
Una orografía complicada da un clima variado, una geografía compleja. Asturias es una isla entre sus vecinos peninsulares, y dentro de ella hay un archipiélago de pequeñas islas, que contumazmente se resisten a desaparecer u homogeneizarse. En apenas unos kilómetros surgen mundos muy diferentes que aguantan el «tsunami» del envejecimiento, de la despoblación o de la uniformidad homogeneizadora.
Vimos un país isla que, sin embargo, ignora la mar. Y eso es mucho ignorar en un país atlántico. Otra más de las perplejidades que Asturias ofrece al que pretende conocerla. Pero Asturias no se deja conocer fácilmente, cuesta trabajo abarcar sus aparentes 10.500 kilómetros cuadrados, extraordinariamente arrugados y cargados de historia. Una historia muy revuelta en el último siglo. Dinámica que la llevó a cargarse de modernidad en su primer tercio y a experimentar, al modo español, la transformación última, lo que reforzó aún más si cabe su excepcionalidad.
Vimos un país muy usado, cuyo paisaje contiene hojas que fueron funcionales en distintos tiempos y hoy coexisten amalgamadas, fruto del aislamiento: la escasa accesibilidad, la contumacia o la tenacidad, que de ambas maneras puede decirse lo mismo, y, sobre todo, del ensimismamiento en la nublina caliente.
Vimos un país que en el último cuarto de siglo transitó por el túnel oscuro de la reestructuración, desconcertado por la suma de reconversiones, y que palpando y a empujones ha sabido encontrar la salida. En 25 años ha experimentado una transformación colosal del empleo, intentando buscar la vida, los proyectos, que laten debajo de las piedras, y en Asturias hay todavía muchas.
Vimos una línea que corriendo desde Avilés a Oviedo va hacia el Sureste, separando unos concejos dinámicos, los del centro y oriente, de los situados a Occidente, apagados, amenazados por el vacío y el aislamiento.
Vimos un país en el que sus habitantes se agrupan en tres formas de poblamiento: la metropolitana, trepidante y cosmopolita; la urbana, representada por las 37 villas, joyas urbanas, cuajadas de servicios y herederas de un buen pasar, y la rural, con algo más de 6.000 aldeas de menos de 100 habitantes, que no están en la naturaleza, son naturaleza y muchas cosas más: el soporte de una cultura ganadera que por atrás se pierde en la noche de los tiempos y por delante siente la amenaza del porvenir, soledad para viejos y calidad para quienes las reocupan, ya sean foráneos o los hijos que retornan para definir un nuevo modo de vivir Asturias, donde no se puede precisar con nitidez dónde reside cada cual. Depende de la época del año, de las tareas pendientes, de la anchura del fin de semana, del estado de ánimo, del tiempo, de Hacienda... Vimos, de nuevo, complejidad. Pues el país ha ido integrándose más, tanto en el interior del área metropolitana, hasta dar lugar a Ciudad Astur, un gran artefacto urbano a escala europea, como entre ésta y el resto del país, a través de los goznes que son las villas. Villas que aguantan, que no retroceden, como sí hace el resto de sus términos concejiles, aunque con muchas salvedades. Pero hoy destaca el envejecimiento, Asturias fue una de las primeras regiones en conocer la modernidad demográfica en España, es decir, la reducción de la natalidad y de la mortalidad. Hoy, con una larga esperanza de vida y en medio de la desnatalidad, muchos de sus concejos están envejecidos y demográficamente se comportan como la pólvora mojada, van disolviéndose lentamente, sin ruido. Pero no todos. Esto corresponde a los concejos de especialización primaria, que no cuentan con villas de más de 1.000 habitantes o su población total no alcanza los 2.000. Hay una diversidad de ruralidades, por eso conviene repasar las fórmulas que utilizan los que tienen éxito, los que luchan por la vida y mantienen una ocupación dinámica de su territorio. Vimos que ninguno está condenado de antemano, que no hay un destino, hay personas y opciones, y debe haber oportunidades y capacidad de organización para gestionarlas.
Vimos que Asturias es un auténtico laboratorio para los geógrafos. Una región paradigmática de uno de los modelos de Europa, es vieja y está en reestructuración, mudando su cara, sometida a cambios rápidos y de largo alcance que están alumbrando un país diferente para iniciar un ciclo muy distinto al ya vivido.
No sirven las comparaciones, la plenitud no la da un pasado de superpoblación y necesidades, cada generación debe buscar su momento de acuerdo con sus capacidades y vimos que si los concejos fueran personas todos las tienen. Por el momento. No para siempre. Por eso, si las oportunidades de desarrollo son efímeras y el ritmo de la reestructuración rápido, no nos sobra tiempo.
Después de dos décadas largas Asturias converge con las demás regiones, a su ritmo, pero sigue la misma dirección, no corre en dirección contraria al pelotón. En esto sin duda ha tenido mucho que ver la consolidación del Área Metropolitana en Ciudad Astur, la heredera del distrito industrial centenario, al que ha renovado para convertirse en la plataforma de actividad y vida del nuevo siglo, una ciudad para la mundialización, a la que aún le queda recorrido, y no tanto por su expansión, pues permanece demográficamente estabilizada desde hace 25 años, sino en su reorganización interna, en la que aún están por integrarse plenamente los concejos que fueron muy mineros en el inmediato pasado, sobre los cuales, en todo o en parte, pesa la amenaza de la exclusión marginadora y el desafío de su consolidación urbana interna, que pasa por enhebrar las cuentas deslavazadas de su rosario urbano. Una gran urbe que debe buscar las complementariedades con el resto del sistema territorial, las villas y las aldeas, para las cuales debe ser un factor de protección y oportunidades, pues sin ella estarían descabezadas, y Asturias perdería su identidad tradicional y su salud económica y ambiental.
Fermín Rodríguez y Rafael Menéndez, geógrafos, han colaborado semana a semana con la serie «Asturias Siglo XXI». En este artículo destacan la diversidad y complejidad de Asturias, «un país lleno de cosas», alertan del declive demográfico y subrayan el protagonismo que le corresponde a Ciudad Astur en el desarrollo futuro de la región
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