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OBSERVATORIO SOBRE LA DESPOBLACIÓN

Pueblos fantasma

Leemos en laverdad.es  un artículo sobre la provincia de Albacete cuenta con catorce núcleos de población deshabitados Otras 17 localidades albaceteñas tienen tres habitantes o menos empadronados

Si en Estados Unidos fue el fin de la fiebre del oro la que propició que muchos pueblos nacidos alrededor del amarillo metal, quedaran abandonados, en nuestra provincia la mecanización del campo y la búsqueda de un futuro más próspero en la ciudad, han provocado la aparición de los denominados pueblos fantasma.

La provincia de Albacete cuenta con un total de 317 núcleos de población diferenciados, de los cuáles, según los datos contenidos en el Nomenclator del Instituto Nacional de Estadística (INE), catorce se encuentran totalmente deshabitados, ya que en 2007 no tuvieron ningún habitante registrado.

Aunque catorce no es un número muy significativo, lo cierto es que en los próximos años esta cifra podría crecer de forma considerable, ya que existen otras diecisiete localidades con tres habitantes o menos y decenas de aldeas, que cuentan con quince habitantes o menos. Cabe destacar que sólo en Yeste existen 14 poblaciones de estas características.

Deshabitados

A la hora de encontrar los denominados pueblos fantasma, no existe ningún criterio geográfico, ya que las aldeas que han quedado deshabitadas, se encuentran repartidas por todos los rincones de la provincia, tanto cerca como lejos de la capital y tanto en la sierra, como en la llanura.

En concreto los núcleos de población que a día de hoy no cuentan con ningún habitante son: Urbanización Santa Clara, en Albacete capital; Marimínguez, en Alcalá del Júcar; Los Vizcaínos, en Bogarra; Sotuélamos, en El Bonillo; Casa Ideas, Casa Nueva del Cuartico, Casilla de Abajo, Casilla de Arriba y Oncebreros en La Herrera; Tabaqueros, en Villamalea y Los Pifanios, Pollo de Abajo, Semilla de Abajo y Venta del Tabaquero, en Villaverde de Guadalimar.

De todos ellos, sin duda el que más fama llegó a tener fue Sotuélamos, que aunque actualmente no tiene ningún habitante, mantiene una cierta actividad gracias a la fábrica de quesos Vega Sotuélamos y el coto de caza, que atrae a muchos visitantes.

La última familia en dejar Sotuélamos, fue la de Ángeles Toledo Carlos, debido a la enfermedad de su marido, que no les permitía quedarse en una localidad, sin ningún tipo de servicio sanitario.

Se marcharon a Munera hace cuatro años, pero han vivido allí durante medio siglo. «Cuando yo era joven -comenta Ángeles- vivían en el pueblo cerca de 150 personas. Hace 50 años era cuando más gente vivía allí, cuando estaban los antiguos amos».

El antiguo amo, era el mismísimo Serrano Suñer (el cuñadísimo), seis veces ministro del Gobierno de Franco, en los primeros años de la dictadura, como nos comenta Víctor Parreño Jareño, trabajador de la fábrica de quesos desde hace dos décadas.

«Él -explica- era el dueño de la finca, trajo trabajo al pueblo, porque trajo la serrería, también se montó el cuartel de la Guardia Civil y el pueblo tenía su colegio y su iglesia. En su día Sotuélamos era más importante que Munera y El Bonillo».

El declive llegó con la venta de la finca, como recuerda Ángeles. «Los amos viejos vendieron aquello y se partió en parcelas y la gente se vino a los pueblos. Se fueron a Munera y El Bonillo y para trabajar la tierra iban y venían. Así empezó a desaparecer el pueblo».

Despoblación

La despoblación fue progresiva, como comenta Víctor Parreño. «Cuando yo llegué a la fábrica hace 20 años, aquí sólo vivían de continuo cuatro familias, más la gente que vino a trabajar al campo, que era bastante. Además Sotuélamos tenía piscina, cuando ni Munera, ni El Bonillo, ni Villarrobledo tenían, por lo que en verano había mucho ambiente».

Carmen Vecina es hija de Ángeles Toledo y se ha criado en Sotuélamos. «Aunque cerró hace 38 años, yo llegué a ir al colegio allí, pero sólo hasta los cinco años, luego nos mandaron a El Bonillo y después a Munera, aunque seguimos viviendo en el pueblo. Con el desvío de la carretera y el cierre de la piscina decayó mucho. Nosotros seguimos yendo, aunque con la enfermedad de mi padre es complicado. Ahora ya no va casi nadie, hay dos o tres vecinos que van de vez en cuando».

Por su parte, Ángeles que ha vivido en el pueblo media vida, no puede evitar añorarlo. «Nada más casarme me fui a la aldea y aunque ha cambiado mucho y las casas se están hundiendo, la echo de menos».

Abandono total

Aunque Sotuélamos no tiene habitantes, sigue vivo gracias a la gente que trabaja allí a diario y a los cazadores que visitan la zona, existen otras aldeas cuyo abandono es total, es el caso de varios pequeños núcleos poblacionales, que existen en la localidad de La Herrera.

Oncebreros, Casilla de Abajo, Casa Nueva del Cuartico y Casa Ideas son pequeñas poblaciones que crecieron en torno a una finca y que estaban habitadas por los trabajadores de las mismas, razón por la que la población siempre ha sido mínima.

Marceliano Martínez de la Vara, ha sido panadero en La Herrera durante muchos años y ha llevado el pan a todos estos lugares. «Yo iba a todas esas aldeas, que tenían muy poca población. Había una o dos familias por pueblo, la que más gente tenía era la Casilla de Arriba. Pero ahora todas están deshabitadas, incluso en verano».

Como comenta Marceliano, la despoblación de estas aldeas ha sido forzosa. «Las aldeas han quedado vacías, porque han terminado muriendo. Alguno de los amos va a labrar de vez en cuando, pero está cuatro días y se va».

Peligro de extinción

Aunque ninguna de estas pequeñas aldeas tiene habitantes, La Casilla de Arriba tiene algo de actividad, ya que los propietarios de la finca pasan el verano allí y cuentan con un trabajador, Ignacio Aroca, que va todos los días a trabajar la tierra. «Esta es la única aldea que tiene actividad ya. El dueño viene de vez en cuando y a diario estoy yo y también viene un jardinero».

Sin embargo, hace mucho que nadie vive allí. «Yo entré a trabajar aquí hace 34 años y entonces vivían aquí dos familias, la del tractorista y la del rentero, que era un labrador que llevaba las tierras y daba las rentas a los dueños, pero se fueron hace 18 ó 20 años, porque ahora con un tractor lo labras todo. Además de las poblaciones que no tienen ningún habitante, en la provincia existen muchas, que podríamos decir que se encuentran en peligro de extinción, ya que cuentan con tres habitantes o menos.

En concreto hablamos de: Urbanización El Peñascal, en Albacete capital; Fuente del Pino, en Alcadozo; El Griego, en Ayna; Puerto del Pino, en Elche de la Sierra; La Grajuela, en La Gineta, Vandelaras de Abajo, en Lezuza; Talave, en Liétor; Cilleruelo y Peñarrubia, en Masegoso; El Sahúco, en Peñas de San Pedro, La Casica, en Pozuelo; Riópar Viejo, en Riópar; Cuevas del Molino de las dos Piedras, en San Pedro, Parideras, en Vianos; Los Cárceles, en Villamalea y Casa de la Peña y Venta de Alcolea en Villarrobledo.

La Grajuela esta poblada solamente por dos familias y la razón por la que quedan tan pocos vecinos, es según uno de sus moradores, Diego Almendro Ballesteros, la maquinaria. «La culpa de que la gente se marchara, la tiene la maquinaria, porque como fue evolucionando, se necesitaban menos personas para trabajar».

Como ha sucedido en otros muchos sitios, la marcha no fue repentina, sino que se produjo de forma progresiva.

«Antiguamente, aquí vivían de continuo 15 ó 20 familias, pero hace 8 ó 10 años, sólo quedaban cuatro y ahora estamos sólo dos, una aquí y otra en la Casa del Conde, a 500 metros», explica.

Aunque pasan mucho tiempo en La Gineta, que está a tiro de piedra, lo cierto es que se han planteado en más de una ocasión abandonar La Grajuela. «Lo hemos pensado en alguna ocasión por los hijos, porque hay que llevarlos al colegio y tenemos que estar siempre pendientes de sus necesidades».

Sin embargo, continúan viviendo en la pequeña aldea, en la que a veces echan de menos a la gente. «Tenemos una tranquilidad impagable, aunque a veces pagaríamos por no tener tanta».

Por suerte para ellos, los ritos religiosos llevan a los vecinos de La Gineta en romería a la ermita de la aldea, en más de una ocasión al año, por lo que reciben visitas muy numerosas.

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